Historias de Norma: relatos de una vecina con mucho para contar - Episodio 4

Conversaciones cotidianas, anécdotas y reflexiones desde la mirada de Norma, una vecina jubilada que encuentra en las palabras una forma de conectar con los demás.

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Mabel Grillo nos presenta a Norma, una narradora espontánea que comparte historias de la vida cotidiana con un toque pedagógico.
Norma es una de esas vecinas que siempre tiene una historia para contar. Desde que se jubiló, ha convertido las charlas con amigos, vecinos y desconocidos en una especie de ritual diario. Con un espíritu generoso y la intención de entretener—y quizás también de enseñar—Norma nos trae relatos llenos de vivencias, emociones y reflexiones.

En este espacio, Mabel Grillo nos introduce en el universo de Norma, donde las anécdotas se entrelazan con la realidad y nos invitan a escuchar otras voces, aquellas que muchas veces no encuentran lugar en los medios. A continuación, el primer episodio de esta serie de relatos: "Se fueron las visitas de verano".


Historias de Norma 

Mabel Grillo 

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Norma es una vecina más, de acá, de donde nosotros vivimos. Ahora que  está jubilada, le gusta conversar y suele invertir bastante tiempo en charlas diarias, sobre  el tema que sea, con vecinos, amigos y cualquiera que se le acerque. En este espacio, nos  contará esas charlas y algunas de sus experiencias cotidianas. Dice que lo hace porque  desea entretener a quienes no tienen tiempo de hablar con los demás. Como la conozco y  sé que toda su vida fue docente sospecho que también tiene un objetivo pedagógico.  Desea que entendamos un poco mejor las ideas de quienes no tienen espacio en los medios  o en otros escenarios de la vida pública.  

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Norma cuenta 

Episodio 4

Todos tenemos poder? 

Es una hora cercana al mediodía y estoy llegando a casa para preparar el  almuerzo cuando me encuentro con mi vecina y tocaya Norma, que vive en la otra cuadra. Ella cuida sus nietos porque su hija trabaja todo el día. La veo  seguido por las mañanas pero casi nunca podemos hablar porque ella, como  yo, va a la panadería tempranito y corriendo. Las dos tenemos nietos en casa  a esa hora y ella no los puede dejar solos mucho tiempo porque son muy  chicos, dice. Y yo a mi nieto, lo tengo conmigo sólo de 7 a 8 y 30, cuando lo  llevo a la escuela. Mi hija entra a las siete y me lo deja de pasada. Apenas  abre la panadería del barrio voy a comprarle unas facturas o unos criollitos y  desayunamos juntos hasta la hora de ir a la escuela. Comúnmente, mis días  empiezan felices porque me gusta estar con él y charlar de nuestras cosas,  tranquilos, con el día por delante. Pero hoy a la mañana me enojé y quería  hablar libremente con alguien sobre la cuestión que me había enojado.  Norma me venía al dedillo porque conocía bien el ambiente de la panadería  y había sido ahí donde tuve el contratiempo. 

La saludé: -Hola Norma, cómo está?...-Todo bien tocaya, me contestó.. Ahí, empecé a largar mi bronca. -No sabe lo que me pasó está mañana en la  panadería!. Estuve veinte minutos esperando que me atendieran, no me  atendían, se me hacía tarde y me tuve que volver con las manos vacías. Le  di a mi nieto unas galletitas que tenía guardadas, medio duras, pero, bueno,  no había otra cosa. 

-Y, si a veces se demoran, las chicas son medio lerdas, me dijo. -No, le  contesté, un poco lerdas pueden ser, pero esta mañana se pasaron. Se  pusieron a charlar y charlaban y se reían entre ellas, como si los clientes que  estábamos allí no existiéramos. Me dio una rabia, porque saben que a esa  hora todos estamos apurados. Yo les dije –“chicas me pueden atender?, por  favor”. Una se dio vuelta y me dijo algo así como “ya vamos”, y siguió  charlando, como si nada. Qué me cuenta? … 

Norma puso cara de disgusto, lamentando lo que me había sucedido.  Entonces le conté mi charla posterior con mi hija cuando pasó a buscar el  nene. Mi hija es profesora de filosofía, sabe bastante del comportamiento  humano, y cuando le conté me contestó -Es una cuestión de poder, mami….  Yo me quedé mirándola y le dije: -Qué poder? Poder tienen Milei, Cristina,  Caputo, los bancos…pero qué poder pueden tener estas muchachas?,  empleadas de una panadería de barrio. Pero entonces me dijo que el poder  está en todos lados. Que ellas tienen el poder de hacerme esperar en la  panadería, como yo tengo el poder de no ir más o de contarle al dueño lo que  hicieron. -Mire, le dije a Norma, dije-si me quería calmar se equivocó porque  no quiero ir a otra panadería que está lejos y, por otro lado, tampoco quiero  que el panadero las eche porque atienden mal a la gente, me da pena.  Entonces, me enojé más todavía porque me di cuenta que aunque ellas habían  usado su poder conmigo, yo no lo usaría contra ellas y no sabía muy bien  porqué. Mi vecina me contestó que así es!, que ella tampoco haría nada  porque uno no quiere meterse en líos…. 

Me quedé pensando. Tenía razón mi tocaya Norma, intervenir en algunas  situaciones es meterse en un lío…luchar contra el poder siempre es un lío y  hay que tener muchas ganas para hacerlo. Evidentemente, aunque fuera muy  fácil lo que debía hacer para que en adelante me atendieran mejor en la  panadería, yo no tenía ganas de complicarme la vida. Imagínese, entonces,  si haré algo en cuestiones más importantes como, por ejemplo, que la  Municipalidad arregle las calles del barrio o, más todavía, porque me  aumenten la jubilación. Esos casos sí que serían unos líos enormes. Por eso,  mejor, lo dejamos ahí porque ahora me enojé conmigo. 

Leé los episodios de Historias de Norma:

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